21 abr 2010

EDITORIAL IDA Y VUELTA, segundo número


Desde que nacemos, y según el sexo que tengamos, vamos aprendiendo los comportamientos que se esperan de nosotros y nosotras, sabiendo, que está permitido y que no.

Es en la familia donde empezamos a asimilar y cumplir estos roles y mandatos. Luego la escuela, la tele, el trabajo, las iglesias, van reafirmando lo aprendido.

Mas tarde seremos nosotras/os quienes transmitamos lo aprendido a quienes nos rodean.

Este aprendizaje que nos imponen e imponemos, sobre lo que está permitido o no hacer, según el sexo con el que hayamos nacido, es lo que llamamos GENERO. Así podemos reconocer frases como: “los varones no deben llorar”, “el macho se la banca”, “sentate como una señorita”…

Pero en este andar por la vida, podemos descubrir que estos roles y mandatos, socialmente aceptados, no son NATURALES, sino que son producto de las relaciones que se dan, en la sociedad en que vivimos. Podemos advertir que haber incorporado estos pensamientos, nos hacen personas menos libres y más estructuradas.

Sumémosle a esto que los roles asignados a cada género, no solo son diferentes, sino opresivos y desiguales. ¿A que género se le enseña a decidir, ganar, proponer? ¿A cual se les enseña a obedecer, callar, someterse? Los hombres se exponen a la presión del éxito, pero las mujeres estamos en desventaja.

Son muchas las dificultades que atravesamos todas las mujeres. A algunas nos afectan más que a otras porque no contamos con iguales recursos para enfrentar una misma situación.

Creemos que esta sociedad no es armónica ni natural, sino injusta.

Y así como hay quienes quieren sostenerla para mantener sus privilegios, otras y otros queremos cambiarla.

Aunque muchas personas repitan que las relaciones no se pueden transformar, somos muchas/os quienes nos vamos juntando, organizando y luchando para vivir sin explotación ni opresiones.

8 de marzo, Día internacional de la Mujer

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